Artículo original publicado por El Nuevo Herald el 30 de Diciembre de 2003
escrito por BENJAMIN F. DeYURRE bajo el nombre de
LA SILENCIOSA INVASION CHINA
Día a día observamos cómo negocios chinos florecen en las grandes urbes del mundo, particularmente en EEUU. Desde manicuristas de acrílicas y relojeros, pasando por cadenas de restaurantes y hoteles de cinco estrellas, y finalizando en un emporio tecnológico capaz de satisfacer la demanda de prácticamente todos los antojos domésticos en los hogares modernos. Siendo China un país donde el principal factor de producción es la mano de obra, la mayoría de las corporaciones norteamericanas ha emigrado sus plantas hacia esa región, aprovechando este tipo de ventaja comparativa que les ha permitido disminuir drásticamente sus costos de producción, especialmente en nómina.
En territorio estadounidense es común y hasta considerado normal soportar maltratos de empleados disgustados que puedan atender a un cliente. Esto contrasta radicalmente con los negocios chinos en EEUU, donde además del disfrute de la tradicional cortesía oriental y de los precios muchos más económicos, los clientes no tienen que lidiar con la faena de lograr que los atiendan. La segunda minoría más importante, después de los hispanos, que vive en EEUU son los chinos, más de 8 millones de personas legalmente censadas, de las cuáles 3.5 millones llegaron en la última década.
La pobreza es constante en China, a pesar de ser la segunda economía mundial por su poder de compra. Sólo 744 millones de chinos trabajan de un total de 1,300 millones, 120 millones part-time, y su ingreso per cápita es de $4,400 anuales, lo que tal vez explica que el 42% de todos los suicidios del mundo se den en esa área. El negocio mundial al menudeo es Made in China y su progreso en diferentes ramas de actividades económicas es sostenido, lo que ha logrado un importante superávit en la balanza comercial china, así como un crecimiento anual del 8 y 9%. De continuar ese ritmo, en los próximos 30 años, o antes, se podrá observar pleno dominio chino del comercio mundial.
Siniestros mandatarios se han percatado de ese futuro y han buscado un acercamiento mediante pactos comerciales sustentados en una ideología política semejante. Es así como vemos a Fidel Castro solicitando cooperación biotecnológica china, y a Hugo Chávez exportando su combustible crudo extrapesado orimulsión, que curiosamente fue rechazado durante tres votaciones anuales consecutivas en la Legislatura estatal de la Florida por considerarlo contaminante, a pesar de que varios estudios lo sitúan como el menos contaminante de todos los combustibles. Nosotros, los que queremos a Estados Unidos y vivimos en él, tenemos que alzar nuestra voz referente a esta grave situación, y proponer medidas tendientes a contrarrestar esa próxima hegemonía china.
Debemos comenzar por hacer regresar a todas las corporaciones que están en China, ofreciéndoles compensación tributaria por la desigualdad de salarios en EEUU. Así mismo debemos impulsar la desesperación actual de los empresarios norteamericanos por vender telefonía celular en China y servicios de internet, siempre y cuando los equipos y softwares sean manufacturados en EEUU. Debemos continuar por establecer un índice mixto que determine la cantidad de empleados que una empresa debe tener de acuerdo a sus ingresos netos y a la cantidad de clientes y, en base a ello, también ofrecerle compensación tributaria.
Y, finalmente, debemos lograr exportar más Made in USA que importar ``Made in China''
BENJAMIN F. DeYURRE
Economista y Periodista
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